CAMILA DAMUS - análisis



Al mirar esta imagen por primera vez, lo que me llamó la atención fue la accion interrumpida. Una mujer joven, arrodillada en el piso de una cocina, recoge lo que parece ser una bolsa caída. Su expresión es seria y su mirada se dirige fuera del encuadre, como si algo la hubiese hecho enojar. La escena está cuidadosamente compuesta, pero a la vez mantiene un aire casual. Esa dualidad entre lo espontáneo y lo actuado me resultó muy interesante.

La imagen es en blanco y negro, con bastante contraste. Hay una fuente de luz suave, que no genera sombras duras, y permite que todo se vea de manera clara pero sin perder profundidad. El encuadre está tomado desde una altura media-alta, lo que contribuye a reforzar la sensación de encierro, de estar dentro de un ambiente cerrado y cotidiano. El fondo muestra elementos típicos de una cocina de época: una heladera, una estufa, una alfombra con textura. Todo remite a lo doméstico, pero hay algo raro, una tensión que impide que la escena se lea simplemente como “una mujer en la cocina”.

Investigando un poco más descubrí que esta foto forma parte de la serie Untitled Film Stills, realizada por la artista Cindy Sherman entre 1977 y 1980. Ella misma aparece en todas las imágenes, interpretando distintos personajes femeninos inspirados en películas clásicas. Lo interesante es que ninguna de estas fotos pertenece a una película real. Son escenas armadas que parecen fotogramas, pero que en realidad son ficciones puras. Sherman utilizó una cámara analógica de 35 mm, un trípode, un disparador automático, y se encargó del vestuario, el maquillaje y la dirección de arte. Todo lo hacía sola.

La estética de estas imágenes está inspirada en el cine noir, las películas clase B y los melodramas de los años 40 y 50. Sherman no buscaba representar su identidad, sino explorar cómo la imagen de la mujer ha sido construida por los medios. Cada personaje representa un estereotipo:

La víctima.

La secretaria.

La ama de casa.

La chica perdida. 

En esta foto, parece que interpreta justamente a una ama de casa que está siendo interrumpida o perturbada por algo que no vemos. Esa tensión fuera de campo es clave y deja espacio para que el espectador imagine.

Desde lo técnico, no hay efectos especiales ni iluminación profesional. La fuerza de la imagen está en su composición, en la actuación corporal y en el uso de elementos cotidianos para construir algo mucho más cargado. Sherman logra un equilibrio muy fino.

Además, esta serie tuvo un gran impacto dentro del arte contemporáneo. En 1995, el MoMA adquirió la colección completa, y hoy se la considera una obra clave del feminismo visual y del arte conceptual de fines del siglo XX. Aunque Sherman no se definía abiertamente como feminista en un comienzo, su trabajo fue leído desde ese lugar por cómo pone en juego la mirada, la identidad y la representación del cuerpo femenino.

Volviendo a la imagen, creo que su valor no está solo en lo que muestra, sino en cómo lo hace. No da respuestas, no explica. Nos invita a mirar con más atención, a pensar en lo que no se ve, en lo que hay detrás de cada gesto. Y eso, en definitiva, es lo que más me interesa explorar también en mis propias imágenes: cómo hacer que el sentido no esté dado, sino que se construya en el espacio entre lo que se muestra y lo que se esconde.

En relación con mi trabajo de autorretrato, entiendo mejor por qué me acercaron esta imagen. En mi entrega anterior intenté hablar de lo íntimo desde lo literal, acompañando con texto lo que la imagen no terminaba de contar. Acá, en cambio, todo está sugerido visualmente. Sherman no necesita palabras, y aun así la imagen está cargada de sentido. Me interesa cómo deja espacio para la incomodidad, para el misterio. Hay algo que se escapa y eso lo vuelve mucho más potente.


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